Cuento- No son como las dices
La siguiente en tomar la palabra fue Margot Leblanc, una mujer de gran atractivo, de complexión enjuta, altiva en su andar. Le gusta fumar pero no cigarrillos, en la adolescencia tomó gusto por el puro, siempre trae uno prendido.
—Si lo cuento me odiarán más de la cuenta. La señorita Leblanc se comporta con una dignidad particular, no expresa su afecto. Quiere una conciencia tranquila pero sabe que no podrá volver a ser quién era. —Yo vengo de un lugar de dudosa reputación donde las aventuras suceden, llegamos a pasar tanto tiempo sin saber nada de nosotros. Quienes frecuentan el antro son de mirar tímido y confrontan en la pretensión de los seres vivos un juego de tosquedad.
—Dinos algo que no sepamos— dijo Lodge.
—No es un lugar alternativo, las mujeres visten ropa diminuta; no ceden a simplificaciones morales ni consideran su faena por la vida algo malo. Las habitaciones huelen a sexo y cada una de ellas cuenta un relato, ahí el hombre sigue sus instintos de manera irracional en comunión con el alcohol, mas mi esencia permutó. Ha sido un golpe desgraciado de los tiempos modernos, no concibo el cambio de significado y su uso cotidiano, es como si nunca hubiera existido lo que un día fui para todos: el mismo significado, significante y… referente.
—No me gustan esos cambios de vida— refunfuñó Milton Jerez.
Recuerden que éste es un círculo de confianza. He ayudado a un sinfín de palabras que han venido en la desdicha de ser reemplazadas por nuevos significados, cómo olvidar a No Mames, tan bien parecido el señor Quiroz pero tan inseguro de su porvenir. Tal vez no tendremos la suerte de destruir la realidad, solamente podemos cuestionar y sentir empatía y; en su momento, aceptarla por lo que es: un vaivén de realidades percibida por el hombre a través de su contexto, del concepto y de las imágenes que…
—Yo quiero hablar, interrumpió Lodge. La mayoría de la gente no sabe de dónde vengo, algunos dicen que mi raíz es la palabra ahora, otros que órale viene de ahora, ¿pueden creerlo? Ni siquiera puedo ejemplificarme en una expresión con sentido de inmediatez, de tiempo ¡Qué sé yo!
Franck Lodge es un indigente que ha vivido en casa de acogidos, le gusta aparecerse cuando menos lo piensan y viceversa. Lodge es diferente a los mendigos que conozco, él conoce el lenguaje, es correcto en su andar y siempre viste de traje.
—Continúo, resulta que la gente también asegura que la versión acortada de ahora es ora y después, de la nada, agregaron el sufijo –le y voilá, aquí estoy. Lo que sí es verdad, es que órale surgió en la década de los cuarentas como una interjección, es un sentimiento que indica poder de uno sobre otro, posee una connotación sexual: la práctica del sexo oral. En el dominio de la prostitución era muy bien sabido que en el momento en que la cortesana ofrecía sus servicios era a través de una pregunta ¿Quieres sexo oral? A lo que el cliente contestaba órale. También, después de la refriega entre reclusos en donde quedaban escasos contendientes, alguien decía ¡Órale, ya estuvo!, expresión que indicaba que la pelea había terminado en alusión a la eyaculación. Ahora, me utilizan indistintamente: ¡Órale, ponte a hacer tu tarea! Como orden; ¡órale, ya estás! Como consentimiento; ah, órale, cuando no se sabe qué responder y ¡Órale! Como interjección. Siempre he pensado que se trata de un hecho absurdo que la gente me presente de forma cómoda en su discurso, a pesar de ofrecer pruebas y razones suficientes.
— ¡Ora, ora! Muy buena historia que te aventaste mi Francky, puro choro, pero interesante y ni quién la mademoiselle, aquí todos somos carnales, nadie juzga, nomás escuchamos. Se ha dicho suficiente en esta sala ¿En qué momento dejamos que sucediera esto? Debimos haber sido mucho más cuidadosos y haber solicitado un currículum vitae y cartas de referencia. Nuestras historias son legítimas; éramos rebeldes de naturaleza y ahora ni con constancias de uso nos creen, declaró Milton.
Milton era todo un personaje, desde la manera en que hablaba hasta en su forma de vestir tan peculiar.
—Pos yo soy la palabra chingada madre, la historia que contaré es breve; un hecho contundente que destrozó la risa de un niño, en una tarde de abril. Hipólito era un niño muy travieso, le gustaba desarmar juguetes electrónicos y volverlos a armar. Un día su mamá le hizo un encargo: cerrar la llave de agua antes de que la cubeta se llenara, pasaron unos minutos antes de que Hipólito se diera cuenta que el agua se derramaba, rápidamente salió al patio trasero a tratar de solucionar el incidente; mientras corría gritó ¡Chin…! Sabía que esa distracción le ganaría un castigo.
Interrumpo para ofrecerle a Jerez un poco de agua, lo veía un tanto ansioso, sus piernas no podían estar quietas, las cruza, las desdobla, se tronaba los dedos, se rascaba la cabeza una y otra vez, entre otras mañas. Jerez acepta el agua, mientras que Leblanc y Lodge prefieren café, comen un poco de galletas, ya es tarde, son las 19:13 horas y este día parece no tener fin.
Jerez prosigue con su relato.
—Hipólito cerró la llave, dirigió su mirada a sus pies y notó que pisaba un pequeño charco. Hipólito vestía su uniforme de la escuela, unos pants para la clase de Educación Física, ese otro incidente acarrearía otro castigo, lo que amerita que de su boca saliera otro chin. Cuando regresó la mirada hacia la puerta de la casa que súbitamente cruzó con la de su padre, intuyó que estaba enojado pero no por el agua sino por algo más. Su papá caminó hacia él y estupefacto le preguntó por la palabra que había dicho dos veces y sin saber el significado de la expresión, la dijo por tercera vez. Hipólito nunca supo la razón de su castigo. Ahora me he dado cuenta que la gente de edad indistinta me usa por doquier y enfrente de quien sea, no importa si estoy con los padres, con el novio, con los amigos o con los jefes, chin… se ha vuelto una palabra de uso cotidiano, es un regocijo nacional poderla decir.
—Quisiera irme lejos, manifestó Margot. Las condiciones de nuestro andar público no son las mismas, tengo cualidades que no me gustan y estarán siempre.
—No sólo eso, puntualizó Lodge, somos un concepto, un arquetipo que se renueva, tantos cambios y nosotros sin tiempo para redimirnos. Mi esperanza es que algún día alguien me interprete mal y me guste tanto que se me quiten las ganas de ser lo que un día fui.
—Y mis letras siempre tendrán los ojos abiertos, tengo la paciencia encendida y borra rencores hacia las personas que se expresan diferente. Mi instante favorito es cuando la gente tiene un momento de insensatez y luego flamante, soy lo que denominan el nuevo comienzo, sollozó Jerez.
Nos levantamos del asiento, estiramos un poco las piernas y los brazos, algunos bostezan, todos quedamos sin palabras, reflexionando en lo que se había comentado, mas yo tenía algo más que expresar: no sé cómo decirles que a ustedes les gusta creer y a nosotros crear, lo que significa que nos gusta sentirnos infinitos. Lo demás ya pasó y el resto es pura imaginación… nos vemos en la próxima sesión.